miércoles, 30 de noviembre de 2011

Extraño tanto el norte, mi norte.





Extraño tanto el norte, como si un día hubiera sido mi casa. Siento que allí vive una parte de mí que se quedó escondida detrás de alguna montaña. Los paseos infinitos las vistas desde lejos, la lluvia fina y elegante pero sobretodo la calidez de su paisaje.
Me encantaba mirar por la ventana y observar el mar a mi derecha y la montaña al frente, oír su bravura por la noche y sentir ese olor que me embriaga cada vez que regresaba después de una larga temporada.
Subir a la Atalaya y bajar al puerto de Castro Urdiales paseando, contemplar los barquitos que descansan resguardados, comprame un helado y sentarme sin pensar en cualquier sitio.
Comprarme un chubasquero porque en Cangas de Onís siempre llueve, subir a Covadonga una vez más oslo para verla... Salir al balcón para perderme en el verde, sentir ese olor a húmedo que embriaha el ambiente en Asturias.
El Teleférico de Fuentede y la nieve que hay siempre arriba del todo, llegar a la cafetería y tomar un cola cao con un gofre de chocolate mientras admiro la grandeza de la naturaleza en estado puro.
La Astenagusia en Bilbao y la semana grande en Santander, que buenos recuerdos...
Santillana, Suances, Potes... Las cuevas del Soplao, Altamira o el Pindal.
El zoo de Santillana, Cabárceno en Santander o aquellos dinosaurios en el zoo de animales enfermos.
Lo echo de menos tanto com si un ía hubiera sido mi hogar. La sonrisa se me dibujaba en la cara desde que ponía un pie en el tren que parecía me llevaba a nunca jamás. Me sentía una princesa regresando a esa parte de mi reino donde tanto me gustaba estar.
Si miro atrás y busco en mis recuerdos, todos ellos tienen un marco inigualable. Podría pasarme horar hablando de sitios y lugares que he visitado. Podría estar horas hablando de las rabas de las 14:00, de los batidos en el Guru Guru, de los bocadillos de bacon con queso en el polo rojo mirando al mar.
No olvidaré aquellos dos días en los que pasé de coches, humo y ruido a mar, montaña y paz. Solo 24 horas pero que sirvieron para devolverme el aliento e imprimir en mi la fuerza suficiente como para enfrentarme a otro día de ruido y humo.
Allí donde el ambiente huele a sal y el cielo es verde, los atardeceres muy rojos y la lluvia elegante Donde siento que está rezagada la mitad de mí y no quiere regresar. En aquel reino donde perdí a una Marta que nunca más volveré a recuperar.
Espero volver algún día, siempre que la tristeza no me lo impida.

martes, 29 de noviembre de 2011

Un lugar alternativo de Madrid


Hace ya tres años que vine a Madrid a vivir, vivía en un piso con mi hermano y empecé a estudiar Producción de audiovisuales en una escuela cercana a mi casa. Cerca de la escuela hay un bar llamado “Ártico”, no es muy grande y se podría decir que es un poco “cutre”. Los camareros son muy cercanos, quizás algo pesados al principio pero muy familiares al segundo café.
¿Por qué este sitio? No es bonito, tampoco diferente y ni mucho menos “moderno”, pero para mí es muy significativo. Al principio solo íbamos los viernes a la salida de clase, pero conforme fue pasando el tiempo aquel sitio se convirtió en lo más parecido a nuestra casa. Meses antes de que terminara el curso, mis compañeros y yo preparábamos un ambicioso proyecto. En el Ártico fue donde dimos forma a todas las ideas que teníamos, escribimos guiones, completamos escaletas, preparamos cuñas y redactamos entrevistas.                                        
Una vez realizado el proyecto y terminadas las clases, fue allí donde empezó la celebración de final de curso, las primeras copas de la noche, la creciente nostalgia que nos invadía a todos porque el fin había llegado y los proyectos que teníamos para el futuro.
Entre unas cosas y otras nunca llegué a alejarme mucho de aquel sitio, meses más tarde empecé a trabajar en el lugar donde había aprendido todo lo que ahora sé en cuanto a producción. Ahora es un momento diferente de mi vida, cerré una etapa y abrí una nueva pero el Ártico sigue siendo parte de mi día a día, cada mañana bajo allí a tomar café con mis compañeros de trabajo y sigue siendo centro neurálgico de arduas negociaciones.  
El Ártico es un bar como otros miles que habrá en Madrid, pero para mí no es un lugar cualquiera, es especial por los motivos que ya he dicho, pero sobre todo porque es en ese pequeño bar donde se han forjado muchas de las grandes amistades con las que ahora cuento, y donde he vivido muchos de los momentos más intensos de estos tres años.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Vuelvo a la vida cuando me tocas...

Hoy que vuelvo a extrañar tu boca recorriendo mi espalda, es cuando siento que sigo viva.
Hoy que extraño ver tu abrigo colgado en la silla y tu ropa repartida por el suelo, hoy que tus ojos no me miran como antes porque ya no están aquí, hoy que siento que mi cuerpo está incompleto.
No es suficiente el nórdico para acallar este frío que me aqueja, no basta la comodidad de la almohada para apoyar mi pelo, no sirve cerrar los ojos y desearte aquí a mi lado.
Esta noche oscura y lluviosa extraño la luz de la luna colándose por las cortinas, esta noche extraño la luz de tu cuerpo pegado al mío, esta noche que no es mas que una noche más.
La dulzura de tus manos era la que me transportaba a ese universo paralelo donde solo estábamos tu y yo, el tacto de tu piel que me hacía viajera incauta por un lugar que ya conocía. El calor y el sabor de tu boca que hacían que me derritiese y pasara en poco tiempo a ser agua... Los rizos a los que he dedicado miles de horas pero sobretodo la calma final, extraño abandonarme a tí, crear un muro entre el mundo y nosotros y esconderme en tus brazos. Dejar que tu respiración descanse tranquila en mi cuello.
Porque solo así me sentía completamente plena.
No eres tu con nombre y apellidos lo que extraño esta noche, es tu cuerpo el que me hace falta.

jueves, 24 de noviembre de 2011

En noches como esta

Noches como esta en las que no tengo palabras. Noches que me hacen pensar que me he congelado.
No siento ni frío ni calor, mi corazón está helado.
Agradezco sin duda el poco tiempo que tengo pues gracias a eso consigo no pesar, consigo no profundizar en nada que me haga sufrir.No siento ni frio ni calor, mi corazòn está helado.
Actúo por rutina, como un robot bien programado. Me levanto cada mañana y ya se como acabará el día, no le doy pie a la improvisación ya que todas mis horas están ocupadas.
Yo que siempre me he movido por sentimientos, que siempre he pensado que si no sentía amor no iba a ningún sitio y que siempre creí que tendría alguien a quien amar.
Ahora no hay nada ni nadie, muchas veces me sorprendo a mi misma pensando en el motivo por el cual me levanto cada mañana, cual es el motivo por el que vivo y disfruto de lo que hago y llego a la conclusión de
que no existe.
Hace ya unos meses que me prometía a mi misma que jamás permitiría que nada me afectase, que no iba a volver a llorar ni una sola lágrima más y hoy puedo decir orgullosa que lo he conseguido.
No me siento ni alegre ni triste. No estoy ni mal ni bien. Simplemente estoy robotizada, mecanizada y rutinaria. Pero creo que no necesito nada más.